(Antes que nada, deciros que a mí me encanta ponerme música mientras leo, por eso se me ha ocurrido poner algunas canciones en este post, con la intención de que si os gusta la idea, las escuchéís en plan hilo musical, mientras leéis la parida que os voy a soltar)
Como si se tratase del hombre-insecto del famoso libro del gran Kafka, en un momento de lucidez trató de balancearse, como si supiera que así iba a lograr ponerse en pie.

Estaba resultando imposible, y empezaba a ponerse tan o más nervioso que hasta hace un rato. Si bien es verdad que otros habrían roto a llorar en su situación, él en ese sentido se mantenía "seco". ¿O quizás es que no podía llorar, porque sus lágrimas no podían salir de sus nuevos ojos, los cuales parecían cubiertos por algo
que se asemejaba a un cristal, o incluso al plástico, y los cuales aparentemente sólo podían pestañear y moverse para mirar en otras direcciones?
Le quedaba poco para que le diese un ataque de ansiedad. Volvió a gritar, esta vez con una potencia mucho más abrumadora, y pareció que ahora sus gritos ni siquiera se oían tenuemente, como acurrió antes. Parecía que los auriculares antes mencionados se habían desconectado, como si el balanceo que intentó hacer poco tiempo antes hubiese tenido (sólo) ese efecto. Parecía que sólo se le podía oir con los auriculares conectados.
Oyó la puerta principal, la cual estaba cerca de la de aquel cuarto, abrirse. Mario había olvidado que su madre y él quedaron por teléfono en que ésta iba a ir a verle ese día, antes de la comida, para volver a verle en persona.
Su madre abrió la puerta del dormitorio en cuestión, como si "se hubiese olido la tostada". Encendió la luz, miró a la cama, y se puso a gritar, como si fuese el mayor susto de su vida ver a su hijo en su nuevo estado. Por suerte para Mario, su madre, que era de mareo facíl, se desmayó después de llamar a la policía, como en una película cómica, y no antes.
Vino la policía al cabo de un rato, y los vecinos les dijeron que habían oído un grito muy fuerte. Se tuvo que tirar la puerta abajo para que pudieran entrar en la vivienda los agentes y algunos de los vecinos (chismosos) en cuestión. La impresión que causó ver lo que había en dicha vivienda fue tal, que algunos de los que entraron en la habitación se quedaron paralizados.

Evidentemente, el psiquiatra contestó a las preguntas de Mario, y para oírle se puso en las orejas los auriculares ya conectados. Curiosamente, los auriculares eran de tamaño normal y no de tamaño XXL, como el resto del nuevo cuerpo de Mario.
Aunque parezca mentira, cuando Mario se enteró de lo que era ahora, no se puso ni nervioso,ni cabreado, ni triste... Tenía el convencimiento de que su nueva situación traería más ventajas que inconvenientes, quizás porque Mario siempre fue un cabeza loca...
Desde entonces, Mario y su madre viven felices, él porque, como ahora no tenía ni brazos ni piernas, no podía trabajar y encima el gobierno le daba una paga por ser una "persona incapacitada al trabajo con auriculares incorporados", y ella, su madre, porque ahora podía escuchar la música que quisiera sin tener que comprarse un Ipod.
Y es que ya sabéis lo que dicen; nunca te acostarás sin transformarte una vez más...
FIN
(Ahora resulta que las canciones no funcionan... ¡ME MATO!)