(Este texto está inspirado en una historia que escuché hace mucho tiempo de la cual sólo recuerdo el final)
Shizuko vivía en la Prefectura de Yamanashi, cerca de la montaña Kitadake.
Su único hijo, Masayoshi, siempre había sido un chico de salud delicada, pero su estado empeoró cuando se quedó huérfano de padre. La fiebre no bajaba de los 40 grados y sus pupilas se tornaron amarillentas.
La gente del pueblo decía que el chico había sido maldecido por alguna estraña criatura y que su enfermedad no tenía solución. Y parecían tener razón...
Shizuko empezaba a creer en las habladurías. Veía que su hijo tenía comportamientos extraños y síntomas para ella desconocidas, con lo cual, aunque no quisiera hacerlo, la duda de un supuesto hechizo sobrevolaba su mente. Pero, ¿cómo solucionar el problema?
Una noche de invierno, una extraña señora llamó a la puerta de la casa. Shizuko no quería abrir, pero algo en su interior le dijo que debía hacerlo.
Quien llamaba era una señora vestida con un kimono blanco impoluto. Tenía la tez blanquísima y una larga melena que parecía haber sido alisada a conciencia. En cierto modo, parecía una geisha que se había extraviado por el camino... pero también parecía ser una de las protagonistas de alguna leyenda antigua.
- Sé que le pasa a tu hijo...- Dijo con una voz que helaba la sangre.
Shizuko, en un momento de lucidez, intentó cerrar la puerta, pero la extraña señora lo evitó con un golpetazo tosco y seco que asustó e inmobilizó a Shizuko.
- También sé la razón de la muerte de tu marido...
En ese momento, la cara de Shizuko quedó paralizada. Era imposible que alguien supiera de que murió Fainaru, el padre de Masayoshi y esposo de Shizuko. Nadie estuvo presente cuando ocurrió todo...
- Si de verdad quieres que tu hijo se recupere, más vale que me escuches...
A Shizuko no le quedó otra opción, porque ya sabía que aquella mujer no era humana, porque sabía que si estaba allí era por algo, porque sabía que debía escucharla.
Ya en la habitación que a veces servía como comedor y a veces, cuando Shizuko extendía su futón en el suelo, servía de dormitorio, la señora extraña dijo con unas palabras que parecían surguir del fondo de un abismo algo que Shizuko quería oir: una solución para los males de su hijo.
Le dijo que si quería que Masayoshi, que en ese momento dormía en otra habitacion, viviera, debería caminar hasta la cima del Kitadake y que debía seguir las instrucciones que le darían ciertas personas. Pero le puso como condición cumplir dichas instrucciones a rajatabla, sin pensar en las consecuencias. Shizuko, al igual que haría cualquier madre, dijo que estaba dispuesta a hacer lo que le decía a pesar de las consecuencias.
- Una cosa más: ¿Alguna vez has visto las flores de loto del lago que hay en la cima del Kitadake?
- ¿Perdón? En la cima del kitadake no hay ningun lago...
- Si de verdad te importa tu hijo, verás las flores de loto.
En ese instante la extraña señora acercó su mano a la frente de Shizuko y ésta cayó en un sueño profundo. Cuando despertó no sabía si todo había sido un sueño. Pero, como si de un acto reflejo se tratara, se llevó la mano a la frente y así se dió cuenta de que tenía una pequeña quemadura.
Shizuko sabía que esa quemadura no estaba ahí por casualidad...
Continuará...