martes, 4 de agosto de 2009

Nuestro lado secreto





...I'll buy you a diamond ring my friend,
if it makes you feel alright,
I'll get you anything my friend,

if it makes you feel alright,
'cause I don't care too much for money,

Money can't buy me love...


Capítulo 1:
EL SUR


Aquel chico no dejaba de mirarla. Ella giraba la cabeza y le miraba de vez en cuando, furtivamente. Al principio el chico pareció como disgustado y sorprendido, como si no quisiera que ella se diese cuenta de que la estaba mirando. Luego trató de que no se notara tanto. Momentos antes, cuando ella le pilló, había escondido algo rápidamente, como el que trata de esconder algo tabú, algo secreto, cuando le han descubierto.
Ahora, sin embargo, le daba lo mismo, ya hasta la miraba con descaro. Ella se dio cuenta de todo por casualidad, mientras cogía el libro de poemas que estaba leyendo, cuando se le resbaló.

Se estaba poniendo nerviosa, pero el caso es que no le era del todo desconocido. El chico finalmente se acercó, y con toda su caradura, se sentó en el asiento de al lado de la chica, la conversación surguió así.

- Perdona... ¿eres Su... Susana?
- Sí, ¿y tú...?
- ¡Tía, soy yo, el Mario!

No sabía como reaccionar. ¿Qué hacía allí aquel compañero de la escuela y del instituto, en aquel tren? ¿Por qué la había estado observando de aquella manera, y tardó tanto en acercársele? ¿Tardó en reconocerla, quizás? A Susana se le escapó un resoplido, aliviada. Era él sin duda, ahora que lo tenía de cerca estaba segurísima. Esos ojos tan negros, que tanto se interesaban por ella y que ahora veía tan nítidamente, no eran fáciles de olvidar. En cambio, ella, Susana, había cambiado algo más con el tiempo, pero no tanto como cabiera esperar.

Se besaron. Ella guardó en su bolso su libro de Antonio Gala, mientras que a él no se le borraba la sonrisa de la boca.
Ahora estaban sentados juntos, aunque Susana no se terminaba de sentir agusto con su visita. Ya no era como antes, cuando los dos soñaban con ser libres y hacer lo que quisieran, con ser adultos. Aquello ya era solo un recuerdo.

- Yo llevo ya unos meses trabajando en un taller, pa' limpiar coches y eso... ¿tú?
- Pues vengo de Sevilla. Estoy dando allí clases de danza, ya sabes que de pequeña entrenaba mucho, ¿te acuerdas?
- Pues no mucho...
- Bueno, ¿y qué se te ha perdío por aquí? Es mucha casualidad que nos encontremos aquí, en un tren de Sevilla a Córdoba, ¿qué hacías en Sevilla, tío?
- No has perdío el acento andaluz, ¿eh? Pos mira, estaba haciéndole la visita a una amiga, pa' ver si me la camelo y eso... No, es broma; tú sabes que yo pa' ligar no tengo que ir muy lejos -Bromeó Mario-. Vengo de visitar a mi hermana, vive allí...

- Pos yo voy a visitar a la mía...

Susana se empezaba a mosquear, todo parecía ser demasiada casualidad. Pero no tardó en dejar de darle vueltas; Mario no se traía nada entre manos... o eso pensaba ella.


Ya era la hora, y el tren llegó a su destino. Los dos se separaron, pero se intercambiaron los móviles, con la excusa de no volver a perder el contacto. Susana le vió alejarse, y de repente algo extraño pasó. Mario, a lo lejos, parecía querer esconderse detrás de la gente. Luego sacó del bolsillo de su pantalón algo que ella pensó que era un pequeño bloc de notas, y escribió algo. Esto no habría tenido la mayor importancia si no fuera porque, en el tren, cuando Susana y Mario cruzaron sus miradas por vez primera y ella se dio cuenta de que le estaban observando, él escondió algo, como si se supiese descubierto, rápidamente en el bolsillo.


- ¡Susana! - Alguien le gritó de repente. Era su hermana.



Después de los afectuosos abrazos, saludos, besos y de las preguntas típicas, ambas salieron de la estación, dirigiéndose hacia el coche de la tan citada hermana de Susana. Habría sido un placer haberlas visto, demostrándose tanto amor y cariño... ¡y eso que sólo hacía seis meses que se vieron por última vez y que se llamaban continuamente!



No es que Córdoba y Sevilla sean ciudades muy lejanas entre sí, pero no había surguido la oportunidad de que en estos meses alguna viajase a la ciudad de la otra. Es curioso, pero incluso se podría decir que no habían puesto mucho interes en verse de nuevo, era como cuando a los críos les dan las vacaciones de verano en el colegio, que para que sean más especiales hay que esperar al verano, y no antes.







...My love is tainted by your touch
cuz some guys have shown me aces
But you've got that royal flush
,
i know it's crazy everyday
Well tomorrow may be shaky
but you never turn away...



"El sur

Y nosotros ¿qué haremos?
Los nacidos en tierras soleadas,
donde todo es como una jadeante
pedrería, que cálida alimenta
al indomable tigre del verano.

Donde cada tiniebla es el refugio
de voraces amantes, cuyos ojos
pregonan al pasar su sed urgente,
y al río van cogidas las cinturas.

Donde el amable peso de sus alas
impide defenderse a la Belleza
de un preceloso bosque de caricias.

Los nacidos en tierra de naranjos,
entre los cuales un ciprés levanta
asombrado su espíritu, qué haremos
si un ardiente desorden nos envuelve
e inseparable tras nosotros,
roja como una cauda, repta la indolencia.

¿Qué haremos los ungidos con el óleo
antiguo, si pisamos sobre aquello
que muerto hace crecer a las granadas
y cuya ruina de olivar quemado
aún desea besar con nuestra boca?

¿Adónde miraremos
si por doquier florece la nupcial
campánula y desnudo el cuerpo se echa
con regalo en la yerba, y lo extasía
el singular color de las cantáridas;
si un sabor tiene el alba no gustado
a manzana primera, y de ella muerde
también corporalmente el pensamiento?

¿Dónde está la belleza?, me pregunto
y entre mis labios húmeda desliza
Amor su lengua y falsa su respuesta...

Nos entorna las almas el olvido
que los frutales muslos nos exigen
en su hermano delirio y, señalados
con los salvajes besos de la noche,
nos dejamos llevar por los perfumes.

Pues si lánguida y verde adormiera
es el aire, y se enreda en sus columnas
la carnosa sazón de la mandrágora,
qué otra cosa es posible
para los nacidos en el sur,
sabemos el impío
secreto de las selvas y bebemos
la púrpura del sol del mediodía.

Antonio gala"


- ¿Qué, te ha gustado, verdad, Ani?
- Qué preciosidad, hermana. Prométeme que siempre que tú estés de vacaciones y vengas aquí, me leerás en el trayecto algún poema.
- Desde luego. Será nuestra tradición secreta, ¿vale?

Ani miró a Susana y le espetó un "Que cosas más raras hacemos". Ambas se sonrieron.

- Por cierto, en el tren me he encontrado con un compañero de la infancia. También venía de Sevilla pa' Córdoba, ¿no crees que es mucha casualidad?
- Bah, cosas más raras se han visto...
- Al principio estaba como raro, y no paraba de mirarme,. Estoy un poco mosqueá porque todo ha sido...
- Ah, ¿te he dicho lo de mi Julia?
- ¡Ostias, no me acordé de preguntarte por ella! Ya sabes que siempre me olvido de algo.
- Bah, no pasa nada. Entre hermanas se perdona todo. Bueno, po' está enferma, en la cama. Pero no es nada grave.

Antes de que Susana pudiera preguntarle a Ani sobre Julita, como la llamaba ella, ésta, su hermana, le subió el volumen a la música que tenian puesta. "Mira, es la canción que bailaste la última vez que viniste, la que dices que pones en tus clases. Te la había preparado", le soltó. En ese momento Susana no se dió cuenta, pero fue la forma perfecta de evitar preguntas sobre lo que le pasaba a Julita...










If travel is searching
and home has been found

I'm not stopping

I'm going hunting
i'm the hunter
i'll bring back the goods
but i don't know when


thought i could organise freedom
how Scandinavian of me
you sussed it out, didn't you?


You could smell it
so you left me on my own
to complete the mission
now i'm leaving it all behind

I'm going hunting
i'm the hunter ...


(You just didn't know me!)

(You just didn't know me)




Ya habían llegado al chalet de Ani. Allí vivían ella, su hija Julia, y algunos veranos se bajaban a la abuela Mariana. Ani era madre soltera.


El encuentro entre Susana y Mariana fue mágico. Ambas se emocionaron mucho. Hacía un año que no se veían, aunque se telefoneaban de vez en cuando.


Cualquier persona se sorprendería al saber que dos personas que se amaban tanto habían esperado ese tiempo para volver a encontrarse. Pero, evidentemente, no se dio la oportunidad, sin más, porque en semana santa la abuela Mariana estaba también de viaje con algunas de sus compañeras, ¡no se perdía ni una!


Era un persona envidiable; a su edad y con tantas ganas de vivir, así la recordaba Susana. Pero en esta ocasión, fue distinto, no estaba tan feliz y contenta como siempre. Se veía la tristeza en sus ancianos ojos. Estaba... rara.


- Bueno, ¿y que tal Julita? Aún no sé lo que tiene...

- No te preocupes, no es nada grave. Ya la verás mañana, hoy está cansadísima, ¿vale?


De repente, Ani le pedió a su hermana que bailara para la abuela Mariana. Lo hizo tan repentinamente, que cualquiera habría pensado que quería cambiar de tema de conversación, para dejar de hablar de Julita, pero Susana, tan extasiada como estaba siempre que se encontraba con Mariana, ni se lo imaginó.


Ya llegó la noche. Susana estaba tan cansada que pidió quedarse esa noche en el chalet en lugar de salir de copas. Estaba en una de las 3 habitaciones del hogar. Mientras que ella y Mariana estuviesen allí, Ani dormiría en el sofá.


Abrió los ojos, de repente, como una exhalación. Le pareció oír algo en la habitación contigua, lugar en el que dormía Julita. Miró el reloj analógico, y vió que eran las 3 de la mañana.


Se dirigió hacia la puerta, la intentó abrir y... nada. Estaba cerrada y no se podía abrir. Estaba capturada, encerrada como una presa que cae en un cepo.


Quiso golpear la puerta, gritar, pero luego recordó que Julia dormía en la habitación de al lado, y no se habría perdonado despertarla estando enferma... pero hubo una idea demoledora que le empezaba a nacer en la cabeza; estaba pasando algo malo; ¿Por qué, sino, la puerta de la habitación de la niña, cuando antes había ido Susana hacía la suya, estaba cerrada, en pleno verano? Y ahora que lo pensaba; ¿quién había cerrado la suya? Estaba segura de que la había dejado abierta. Y... ¿por qué no había visto a Julita hasta ahora? Eran cosas en las que no había caído hasta ahora.


Empezó a aporrear la puerta, y a una milésima de segundo se quedó de empezar a gritar, cuando alguien, desde el otro, abrió la puerta dandole un golpe con el hombro.


- ¿Qué pasa?


Ani había entrado en la habitación, alterada.


- ¡Me habeis encerrao!- Le gritó Susana, con su particular acento.
- ¿Qué? ¿no has cerrao tú?
- ¡NO!
- Ah, no te lo había dicho... es que la puerta se atranca y luego no hay forma de abrirla.
- ¡Pero yo no...!
- Habrá sido el viento. Lo raro es que no haya dado portazo... o lo mismo ni nos hemos enterao, porque estábamos fritos...


Susana no sabía qué pensar.

- ¿Qué pasa, mamá?

Julia se había despertado, al igual que Mariana, que miraba la escena, callada, desde su puerta.

- ¡Julia! ¿Cómo estás? ¡Estarás contenta, Susana!
- ¡Julia, vete a tu cuerto! - Le soltó, de mala gana, la abuela Mariana.

La luz del pasillo estaba encendida, así que se veía todo perfectamente. La intranquila Susana se fijó fijamente en su sobrina. No tenía muy buen aspecto y estaba justo debajo de una de las luminarias. Se la veía pálida, como la cera.


A Susana le llamó mucho la atención el que tuviese los ojos tan abiertos y que en aquella situación se le viesen tan nítidamente. Se fijó en ellos intensamente, como el marchante que observa un buen cuadro. Un escalofrío recorrió su cuerpo.

- ¡Vamos, a dormir! - Mariana cogió a la niña de la muñeca. Toda la escena ocurrió muy rápidamente.


- Hermana... Mañana hablaremos. Ahora vete a tu cuarto y no te muevas de ahí, ¿te enteras? - Ani estaba enfadada; siempre tuvo muy mal despertar, y si a eso le unimos el que hubiesen despertado a su hija enferma de tal forma, el susto que se había llevado, y la simple idea de que Mariana ya no se volviese a dormir, como ella misma decía que le pasaba siempre que se despertaba en mitad de la noche... Todo era un cúmulo de cosas demasiado subrrealistas para ella.


Susana ya estaba en su cama, sabiendo que ya no volvería a dormirse. Tenía clavados en la retina los ojos de la niña, negros como un pozo. No lograba quitárselos de la cabeza.


Solamente podía pensar en Julita, en como era la última vez que la vió, en cómo tenía el pelo, en que parecía que le había cambiado la voz... pero sobretodo en sus inmensos ojos azules como el cielo... En que la que había visto... era otra niña.