jueves, 5 de febrero de 2009

Ipomorphosis

(Antes que nada, deciros que a mí me encanta ponerme música mientras leo, por eso se me ha ocurrido poner algunas canciones en este post, con la intención de que si os gusta la idea, las escuchéís en plan hilo musical, mientras leéis la parida que os voy a soltar)







Mario despertó aquella mañana. Ese día no tenía nada previsto por hacer así que podía levantarse sin que sonara su tan odiado Tom.

Así es como llamaba a su despertador. Decía que ellos dos eran tan imcompatibles que parecían Tom&Jerry, de ahí tan original nombre para un despertador.

Abrió y cerró los ojos en cero coma dos, y sin salir de de la cama, intentó estirazar los brazos, pero no pudo. No obstante, no le dió importancia, porqué pensó que era porque tenía muchas agujetas y éstos no le respondían. Aunque también es verdad que él no hizo ningún ejercicio los días anteriores... Cosas de Mario.

Intentó ponerse en pie, pero no tenía fuerza suficiente. Ya se empezó a mosquear.

Ahora lo que intentaba era levantar la cabeza, como si fuese un acto reflejo que le pedía ver que le pasaba a tan cochambroso cuerpo... pero tan poco pudo. Se epezó a desesperar; no podía ni levantar los brazos, ni salirse de la cama, ni alzar la cabeza. Por más que lo intentaba, no conseguía nada. ¿Qué demonios le pasaba?

El nerviosismo fue a mas cuando se percató de que tampoco podía mover las piernas... y llegó a su momento más irritante cuando empezó a notarse más ligero de lo normal. Era como si fuese plano...

Empezó a gritar, de lo exasperado que estaba, pero de nuevo volvió a ocurrir algo extraño, sus gritos no se escuchaban como de costumbre... parecían venir tenuemente de la almohada, como si saliesen de unos auriculares que casualmente estaban sobre ésta...





Como si se tratase del hombre-insecto del famoso libro del gran Kafka, en un momento de lucidez trató de balancearse, como si supiera que así iba a lograr ponerse en pie.


Estaba resultando imposible, y empezaba a ponerse tan o más nervioso que hasta hace un rato. Si bien es verdad que otros habrían roto a llorar en su situación, él en ese sentido se mantenía "seco". ¿O quizás es que no podía llorar, porque sus lágrimas no podían salir de sus nuevos ojos, los cuales parecían cubiertos por algo
que se asemejaba a un cristal, o incluso al plástico, y los cuales aparentemente sólo podían pestañear y moverse para mirar en otras direcciones?

Le quedaba poco para que le diese un ataque de ansiedad. Volvió a gritar, esta vez con una potencia mucho más abrumadora, y pareció que ahora sus gritos ni siquiera se oían tenuemente, como acurrió antes. Parecía que los auriculares antes mencionados se habían desconectado, como si el balanceo que intentó hacer poco tiempo antes hubiese tenido (sólo) ese efecto. Parecía que sólo se le podía oir con los auriculares conectados.

Oyó la puerta principal, la cual estaba cerca de la de aquel cuarto, abrirse. Mario había olvidado que su madre y él quedaron por teléfono en que ésta iba a ir a verle ese día, antes de la comida, para volver a verle en persona.

Su madre abrió la puerta del dormitorio en cuestión, como si "se hubiese olido la tostada". Encendió la luz, miró a la cama, y se puso a gritar, como si fuese el mayor susto de su vida ver a su hijo en su nuevo estado. Por suerte para Mario, su madre, que era de mareo facíl, se desmayó después de llamar a la policía, como en una película cómica, y no antes.

Vino la policía al cabo de un rato, y los vecinos les dijeron que habían oído un grito muy fuerte. Se tuvo que tirar la puerta abajo para que pudieran entrar en la vivienda los agentes y algunos de los vecinos (chismosos) en cuestión. La impresión que causó ver lo que había en dicha vivienda fue tal, que algunos de los que entraron en la habitación se quedaron paralizados.






La madre de Mario fue reanimada por un policía mientras los demás estaban en el dormitorio de Mario, observándole.

Mario no se enteró de que estaba siendo tan analizado por aquella gente. En el transcurso de tiempo en el cual vino la policía, se quedó sin batería.

Parecerá extraño, pero los agentes no lo abservaban como el que observa un cuadro del que nunca se había oído hablar. Lo observaban como el que observa un lienzo del cual habían oído hablar pero nunca habían podido ver con sus propios ojos.

Llamaron al psiquiatra amigo del agente jefe, el cual entendía de extrañas mutaciones más que cualquier otro mortal, o edo decía él.

Los vecinos que entraron en el dormitorio también se sintieron fascinados por el nuevo Mario, pero fueron desalojados por los policías.

Ya llegó el psiquiatra. Cuando lo llamaron le informaron de lo que ocurría, así que ya venía preparado con un portátil bajo el brazo y en la otra mano un cargador USB tamaño XXL que se usaba en éstos casos.

Entró en la habitación. Conectó el cargador a un puerto USB de su portátil y luego a la base del nuevo cuerpo de Mario, el cual volvió en sí porque ya se estaba llenando de energía.

El psiquiatra le explicó a Mario que se había convertido en un hombre-Ipod gris, y que esta mutación recibía el nombre de Ipomorphosis o Ipodmorphosis. Además le dijo que como era un chico un poco chapado a la antigua, no se había transformado en un Ipod de último modelo, sino en uno que salió 2 años atrás.

Mario era tan oficionado a dicho aparatito, que gracias a el cerumen de sus oídos, se mezclaron dichos cuerpos (él y el Ipod). Hay gente con un cerumen muy especial.





Evidentemente, el psiquiatra contestó a las preguntas de Mario, y para oírle se puso en las orejas los auriculares ya conectados. Curiosamente, los auriculares eran de tamaño normal y no de tamaño XXL, como el resto del nuevo cuerpo de Mario.

Aunque parezca mentira, cuando Mario se enteró de lo que era ahora, no se puso ni nervioso,ni cabreado, ni triste... Tenía el convencimiento de que su nueva situación traería más ventajas que inconvenientes, quizás porque Mario siempre fue un cabeza loca...

Desde entonces, Mario y su madre viven felices, él porque, como ahora no tenía ni brazos ni piernas, no podía trabajar y encima el gobierno le daba una paga por ser una "persona incapacitada al trabajo con auriculares incorporados", y ella, su madre, porque ahora podía escuchar la música que quisiera sin tener que comprarse un Ipod.


Y es que ya sabéis lo que dicen; nunca te acostarás sin transformarte una vez más...

FIN

(Ahora resulta que las canciones no funcionan... ¡ME MATO!)