martes, 20 de mayo de 2008

Flor de loto (y una disculpa)

Antes que nada, quiero disculparme por haber tardado tanto en actualizar. Estoy ocupado cambiando el suelo y las puertas del piso, y ya sabéis la que se lía :S

Bueno, como lo prometido es deuda, aquí va la continuación del último post ;)

Shizuko sabía que no podía esperar más. Sabía que la vida de su hijo corría peligro...
Con paso firme se dirigió a la pequeña habitación contigua para ver la carita de su hijo, que casi estaba toda rodeada por el futón. Instintivamente, acercó su mano a su frente. No parecía tener fiebre...

Shizuko empezó la travesía a través de la nieve, andando a duras penas hacia la cima del Kitadake. Cuando ya sus pies no parecían querer responderla, encontró en su camino a una anciana, que estaba sentada en una roca inmensa. Shizuko supo inmediatamente que aquella anciana, de ojos grises como un cielo nublado, no podía ser humana...

- Veo que te importa la vida de tu hijo- Dijo la extraña mujer...

Tan exhausta estaba Shizuko que no pudo ni responderle.

- Vas bien, pero por un camino equivocado... Dime, ¿estás dispuesta a todo para salvar a Masayoshi, tu hijo?

- Por supuesto. Daría la vida por él...

- ¿Y también darías la posibilidad de oír?

Shizuko se quedó tan extrañada que no supo qué decir.

- Dí, darías tu sentido del...

- Sí - Dijo Shizuko, tajantemente.

- Pues bien. ¿Ves aquel río de ahí? Debes seguir su cauce, a contracorriente. Llegado el momento, sabrás donde debes ir.

Shizuko giró la cabeza para ver el río en cuestión, y cuando la volvió a su sitio, vio que la anciana desapareció... En ese preciso instante, notó que ya no oía el viento helado cruzar por delante suya. La extraña señora había cumplido su promesa...

Sin más demora, Shizuko emprendió su rombo.

Llevaba más de una hora andando, y ya no podía más. Sentía que sus pies, a pesar de que calzaban unos zapatos de piel, estaban totalmente helados. No pudo evitar desmayarse...

De repente, sintió una voz. Pero no parecía que hablara tal y como conocemos el término, sino que aparentaba ir directamente a su cabeza... ¿Se trataría de algún tipo de poder psíquico, quizás?

Esa voz, al contrario que las voces de los otros dos seres, aparentemente femeninos, era muy dulce y acogedora.

- Pobre... Debes de estar exhausta... yo podría aliviar tus penas...

Shizuko creía que aquello era un sueño, ya que escuchaba todo sin tan siquiera abrir los ojos. Estaba demasiado cansada para hacerlo...

- Mira, te ofrezco un trato...

- Te daré lo que me pidas...

- Entiendo... Si me das tu voz, yo te desvelaré el camino.

Shizuko quería mirar a los ojos a aquel ser, pero se dio cuenta de que no podía abrirlos...

- Ya te he dicho que te daría lo que me pidieses- Contestó Shizuko.

- Pero eso no es todo, también quiero la movilidad de tus piernas. Seguro que el camino será muy duro, ya que tendrías que arrastrarte, pero si te importa la vida de tu hijo... Y por cierto, ahora mismo le está subiendo la fiebre. yo diría que incluso está llegando a un punto peligroso...

- Está bien. Te ofrezco lo que quieras, pero debes prometer que a Masayoshi no le pasará nada.

La extraña voz no contestó... y nunca lo haría.

Shizuko abrió los ojos en ese preciso instante. Parecía haber despertado de un sueño... o una pesadilla.

Ahora se encontraba en un prado verde y que llegaba hasta donde alcanzaba la vista.

Shizuko, instintivamente, comprobó si era cierto lo de su voz y lo de sus piernas. Comprobó que, por más que lo intentaba, no podía hablar... y tampoco ponerse en pie. Sin más demora, continuó su camino, arrastrándose a duras penas.

Mientras sus brazos luchaban por no flaquear, se le vino a la cabeza la imagen de Fainaru, su difunto esposo y padre de Masayoshi. ¿Cómo pudo aparecer muerto de aquella manera?

De repente, sus ojos se abrieron de par en par, parecían querer salirse de sus órbitas. Ahora lo entendía todo, Fainaru no murió de forma accidental, y tampoco por un hechizo... Sí, no cabía la menor duda; La quemadura de su cuello había sido provocada por un ser... y Shizuko sabía quién fue; La extraña mujer que se le apareció aquella noche. Fainaru...
La imagen de su difunto esposo, tirado junto al futón, con cara de serenidad, tal y como ella misma lo descubrió, parecía clavársele en las pupilas.

No era justo negociar con quien lo habían matado... pero, por otro lado, Masayoshi necesitaba ayuda...

Shizuko ya no quería fiarse de nadie. No podía hacerlo...

Pero ya se había sacrificado, ya nadie le devolvería la movilidad de sus piernas, ni su sentido del oído, ni su voz... No podía rendirse. Sabía que, aunque muriera en el intento, debía seguir adelante. Masayoshi se lo merecía.

Continuó. No tenía fuerzas, pero continuó.

Finalmente, Shizuko, poco a poco, logró salir de la zona de hierba alta. Pero ahora todo el camino eran piedras que se clavaban en su piel y arena que escocía en sus heridas. Pero no podía parar.

Todo aquello era muy extraño. El Kitadake no era así... y no era posible que hubiese dejado atrás una zona nevada y ahora se encontrara con un paisaje rocoso, justo después de haber dejado atrás un valle de hierba y hierbajos... Pero Shizuko sabía que tenía que continuar. La de que su hijo iba a recuperarse podía más que todo el dolor físico. Porque, ante todo, Shizuko era madre.

Ya parecía que quedaba poco para llegar a la cima de aquel lugar. Sí, ya solamente unos pocos pasos separaban a Masayoshi de la salvación. Los brazos de Shizuko, cansados y amoratados, no debían pararse. No podían.

Sólo unos 50 metros más de ascenso por aquella ladera, que cada vez se hacía más empinada, y todo cambiaría. Ni las rocas, ni la arena ardiente parecían afectar a sus piernas, que aunque inmóviles, sentían dolor.

Sólo un paso más... Sólo un poco más de esfuerzo...

Por fin, Shizuko llegó al final de aquella ladera, a lo que parecía ser la cima de ese sitio.

Tan cansada estaba, que, nada más llegar, se tiró al suelo, e, insconcientemente, se desmayó.

Cuando ya recuperó el sentido, vio que estaba en el mismo sitio... ¡pero que en aquel lugar había un lago! ¡y en ese lago habían nenúfares, y flores de loto!

No podía entretenerse. Su hijo la necesitaba.

Ya, cuando Shizuko empezaba a sumergirse en dicho lago, una voz le animaba a seguir. ¿Sería su imaginación o, verdaderamente, la estaban animando?

Ya quedaba muy poco, ya casi podía tocar las flores de loto...

- ¡Quieta! ¡Aún no has terminado de cumplir tu promesa!

Shizuko giró la cabeza y vio a aquella señora que, en una fría noche de invierno, le dijo lo que debía hacer para salvar a Masayoshi. En ese mismo instante, se dio cuenta de que le estaba hablando por la mente, y que ella también podía hacerlo.

- ¡Tú fuíste la que matastes a Fainaru, mi marido! - Le gritó Shizuko, que, a duras penas, lograba sacar la cabeza de la superficie de agua de aquel lago, que por cierto, era mucho menos hondo de lo que parecía.

- ¿Eso crees? ¡y solamente cumplí mi deber!

- ¿Tu deber?

- Si, yo sabía que el estaría dispuesto a dar su alma por tal de que a su mujer y a su hijo no les pasara nada. Y él aceptó el trato...

- ¡Y le mentiste! ¡Te lo llevaste, pero no cumpliste tu promesa! Al poco tiempo, nuestro hijo cayó enfermo. ¡y mírame a mí! ¡No puedo andar, oír y hablar! ¡Has jugado sucio!

- ¿De verdad crees que no cumplo mis promesas? Te he traído aquí para recuperar la salud de tu hijo. Si no quieres creerme, habrás perdido toda esperanza de que se salve. Tú decides; O haberte sacrificado para nada, o salvar la vida de tu hijo.

Shizuko seguía teniendo en que su hijo se iba a recuperar, y era consciente de que sólo tenía que creer en aquel ser una vez más. No había nada que perder.

- Acepto tu reglas...

- Bien... ¿Ves esa flor de loto que brilla más que ninguna otra? Debes cogerla y contar sus pétalos. Cada pétalo simboliza un día de vida de tu hijo, y para que su número aumente, debes
cumplir ciertos sacrificios.. Pero aún no has terminado de sacrificarte. Si quieres que la vida de tu hijo sea larga y próspera, debes ofrecerme tu vista. Ése será tu último sacrificio. Si no aceptas, Masayoshi, morirá en poco tiempo...

Sin persárselo dos veces, Shizuko contestó que aceptaba el trato.

- Bien. Ponte delante de la flor, arráncala, agarrála con los dientes y sal del agua. Si no, te ahogarás.

Shizuko, extrañada de que aún pudiera seguir viendo, cumplió sus órdenes. Cuando logró salir del agua, sus ojos se nublaron de repente. Aquella malvada señora había cumplido su parte del trato.

Shizuko, que ahora se encontraba sola en aquel lugar, comprendió que debía contar los pétalos de aquella flor de loto. Y, sin demorarse apenas un segundo, comenzó a hacerlo.

Shizuko nunca conseguía contar todos los pétalos... Empezaba a estresarse.

De repente, una voz dulce, varonil y potente empezó a sonar en su cerebro. Shizuko sabía perfectamente que el que le hablaba era su difunto marido...

- Shizuko, deja de contar. ¿Es que no te das cuenta de lo que te está diciendo la flor?
Te está diciendo que a nuestro hijo le quedan una cantidad de días incontable. Shizuko, lo has conseguido.

Shizuko despertó de repente. Estaba en su casa. ¡Y podía ver, oír, hablar y mover las piernas!
La imagen de Fainaru apareció de repente, justo delante del futón en el que estaba descansando Shizuko.

- Shizuko, ¿sabes lo que ha pasado?

- Amor mío... yo... yo...

- Ahora Masayoshi está totalmente recuperado. Ahora msimo está descansando el su habitación...

- Pero... Amor, ¿y tú? ¿Por q no sigues aquí, cuidando de tu hijo y de mí...?

- Shizuko, un día, un espíritu se me apareció en sueños. Me dijo que Masayoshi iba a enfermar, y que, si yo no ponía remedio, iba a morir... Shizuko, ése espíritu es el que se te apareció aquella noche. Aquel espíritu me dijo que, para que mi hijo no muriera, debía morir yo. Shizuko, toda ha sido parte de un trato de aquel malvado espíritu. Quería probar si tu y yo protegeríamos a nuestro hijo hasta el final de nuestros días. Te serguiré protegiendo, amor...

Fin